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El trastorno obsesivo compulsivo (o TOC) es una enfermedad frecuente. Los síntomas básicos son ideas obsesivas (invasivas, intrusas, raras, reiterativas, agobiantes para el paciente) que, en general, el enfermo reconoce como enfermizas y que se hacen presentes en la conciencia causando ansiedad o malestar significativo. Asimismo, en el trastorno obsesivo compulsivo son frecuentes -80% de casos- los rituales o compulsiones de diversa índole (limpieza, comprobaciones, tendencia excesiva a la orden, etc.) que el paciente repite reiteradamente, en general, para evitar que ocurra algún suceso que lo siente como muy negativo. Aunque el enfermo se resiste a la realización del acto compulsivo no lo consigue. El curso del trastorno obsesivo compulsivo, que suele iniciarse en la adolescencia, es en general crónico con fluctuaciones.
El tratamiento es la combinación de farmacología y psicoterapia. Un 5-10% de casos son extremadamente graves y resistentes a los anteriores tratamientos. En estos casos puede estar indicada la neurocirugía y/o la estimulación cerebral profunda.
Aunque los niños y adolescentes con trastorno obsesivo compulsivo representan un grupo heterogéneo con una amplia gama de manifestaciones clínicas tanto en el inicio como en el curso de la enfermedad, siempre se ha aceptado que los criterios diagnósticos son similares a los de los adultos. El tratamiento en estos casos es una combinación de farmacología y terapia de conducta.
El Trastorno Obsesivo Compulsivo (o TOC) se caracteriza por dos tipos de fenómenos, las obsesiones y las compulsiones. Lo pensamientos repetidos y perturbadores del Trastorno Obsesivo Compulsivo se llaman obsesiones. Con el fin de intentar controlar estas obsesiones, las personas con Trastorno Obsesivo Compulsivo repiten rituales o comportamientos, llamados compulsiones. Quienes tienen Trastorno Obsesivo Compulsivo no pueden controlar dichos pensamientos y rituales.
Ejemplos de obsesiones son el miedo a gérmenes, a ser heridos o herir a otros, y pensamientos perturbadores religiosos o sexuales. Ejemplos de compulsiones son contar o limpiar cosas, lavarse el cuerpo o partes de éste repetidas veces, ordenar las cosas de un modo en particular, y/o verificar todo una y otra vez.
Las personas con Trastorno Obsesivo Compulsivo tienen estos pensamientos y llevan a cabo estos rituales por lo menos una hora la mayoría de los días y a menudo por más tiempo. La razón por la que el Trastorno Obsesivo Compulsivo interfiere con sus vidas es que ellos no pueden detener estos pensamientos o rituales, de tal modo que, por ejemplo, en ocasiones faltan a la escuela, el trabajo, o reuniones con amigos.
Para muchos, el Trastorno Obsesivo Compulsivo comienza durante la niñez o adolescencia. La mayoría de las personas son diagnosticadas alrededor de los 19 años de edad. Los síntomas del TOC pueden aparecer y desaparecer y mejorar o empeorar en diferentes momentos.
El Trastorno Obsesivo Compulsivo a veces viene de familia, por causas genéticas, pero nadie sabe con seguridad por qué algunas personas lo tienen mientras que otras no. Cuando las sustancias químicas del cerebro no están en un cierto nivel, pueden hacer que una persona tenga Trastorno Obsesivo Compulsivo. Los medicamentos a menudo ayudan a que estas sustancias químicas se mantengan en los niveles correctos.
El síntoma básico del trastorno obsesivo compulsivo son las ideas obsesivas que se caracterizan por su carácter insólito, intruso y parásito, así como por su capacidad de producir malestar y displacer. Son ideas reiterativas, persistentes, y el paciente las reconoce como propias y, por tanto, tiene consciencia de enfermedad. El enfermo se resiste al fenómeno que le genera ansiedad e interfiere en las diferentes actividades de su vida. Esta interferencia es variable, por cuanto algunos pacientes están totalmente afectados y otros conservan cierta adaptación a algunas esferas de su vida (trabajo, etc.).
Las ideas obsesivas pueden manifestarse en forma de impulsos obsesivos (agresivos o sexuales), que en ocasiones surgen en el seno de una idea de contraste (p.ej. el religioso que tiene pensamientos de agresión en lugares sacros); imágenes y representaciones obsesivas (p.ej. no poder desprenderse de la visión horrible de una película); temores obsesivos, ligados generalmente a miedo a la contaminación de gérmenes, a contraer enfermedades o a padecer distorsiones en la imagen del cuerpo (dismorfofobia); ideas obsesivas en torno a temas variados, y dudas que generan las comprobaciones, que se comentan en el apartado de rituales. De hecho, el fenómeno de la duda fue considerado tan importante en siglo XIX que a esta patología los franceses la denominaron folie de doute (locura de la duda).
Los temas concretos de las obsesiones son de índole muy diversa. Los más frecuentes (50%) son de contaminación, en relación con la idea de que el sujeto o la familia están infectados por supuestos gérmenes. Suelen provocar rituales de lavado dirigidos a descontaminarse. Las dudas también son frecuentes (40%). Están referidas a situaciones de seguridad, como si la puerta de casa, la luz, el gas o el coche están bien cerrados. También se extienden a la duda de haber dicho algo inconveniente, u otras más raras, como si al conducir se ha atropellado a alguien al pasar por una sombra. Dudas sobre la existencia de Dios o la posible demencia de los padres pueden torturar al paciente. Más raros son los temas en torno a la necesidad de simetría (20-30%), que generan conductas de ordenamiento y pulcritud obsesiva. El temor a dañarse con objetos punzantes o de dañar a alguien querido (fobias de impulsión) también es posible. Menos frecuentes son los temas relacionados con la sexualidad (dudas acerca de una posible homosexualidad), lo religioso (¿Dios existe?, ¿estoy en pecado?, ¿debo rezar constantemente?) o el paso del tiempo, rara obsesión en torno al pensamiento constante sobre el inexorable transcurrir del tiempo. La aritmomanía es otra obsesión curiosa en relación con procesos matemáticos, que a veces provoca alambicadas operaciones dirigidas a tranquilizarse, evitar malos presagios, etc. La aritmomanía dirigida a la suma de los números de las matrículas de los coches no es infrecuente.
El segundo síntoma básico del trastorno obsesivo compulsivo son las compulsiones o rituales. Sólo el 15% de estos pacientes tienen pensamientos obsesivos pero no rituales. Las compulsiones se definen como acciones estereotipadas y repetitivas, no placenteras ni útiles, que el enfermo realiza para prevenir que ocurra algún hecho objetivamente muy improbable. Van dirigidos a conjurar que el paciente o alguien querido sufra daño. Suelen producir resistencia, pues el paciente es consciente de su absurdidad e interferencia con la vida cotidiana.
Estadísticamente, las acciones compulsivas del TOC más frecuentes son las comprobaciones, secundarias a dudas obsesivas (p.ej. comprobar reiteradamente si la luz o el gas están bien cerrados) y los rituales de limpieza, que pueden durar horas, secundarios a los temores de contaminación. Ordenar cosas innecesariamente, no pisar la encrucijada de las baldosas, andar tres pasos y retroceder uno, tocar los vértices de los muebles son, entre otros, acciones compulsivas rituales dirigidos a prevenir catástrofes y amenazas que proceden de los pensamientos obsesivos.
Antes de la década del 1960 los tratamientos del trastorno obsesivo compulsivo eran muy variados y poco específicos. Ansiolíticos, antidepresivos de todo tipo, antipsicóticos, psicoanálisis, alucinógenos y cirugía se utilizaban con resultados variados y discutibles. Sin embargo, desde 1967 el trastorno obsesivo compulsivo se trata con clomipramina, y en los últimos diez años se han añadido nuevos fármacos antidepresivos que actúan sobre la inhibición de la recaptación de serotonina u otros. La eficacia se sitúa alrededor del 50-60% de los casos. Así mismo, creemos importante combinar el tratamiento farmacológico con terapia de conducta (exposición in vivo con prevención de respuesta), cuyo umbral de mejorías combinado está en torno al 60%.
Los casos muy resistentes e invalidantes se pueden tratar con psicocirugía, hoy en día muy perfeccionada y con un grado de mejoría de alrededor del 40-50%, una cifra esperanzadora si se tiene en cuenta que el estado de los pacientes que llegan a la psicocirugía es grave o muy grave, y ya han probado previamente todos los tratamientos adecuados.