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El trastorno específicos del aprendizaje (TEAP) se caracteriza por ser un déficit que se da sólo en un área muy concreta. Los más habituales son los que hacen referencia a la adquisición de la lectura (dislexia), a la escritura o el cálculo. Constituyen un conjunto de problemas que interfieren significativamente en el rendimiento en la escuela, dificultando el adecuado progreso del niño. Suelen presentar asociados un conjunto de trastornos: trastornos de la actividad motora, trastornos de la percepción, trastornos de la emotividad, trastornos en la simbolización o decodificación (receptivo-auditivo y receptivo-visual) y expresiva o codificación (expresivo-vocal y expresivo-motora) y/o trastornos en la atención: atención insuficiente y atención excesiva.
Estos trastornos del aprendizaje surgen de alteraciones de los procesos cognitivos. Aunque suelen presentarse conjuntamente con alteraciones en el funcionamiento del sistema nervioso central, no son el resultado de un retraso mental asociado, de una privación sensorial o de un trastorno emocional grave. Estas alteraciones son mucho más frecuentes en niños que en niñas.
Para efectuar el diagnóstico deben existir déficits específicos del rendimiento escolar, pero estos no deben ser consecuencia de problemas neurológicos importantes, discapacidad visual o auditiva sin corregir, retraso mental o alteraciones emocionales. Este tipo de déficits específicos, a veces están acompañados de otros trastornos del habla o lenguaje e incluso de conducta (p.ej. Trastorno Déficit Atención con Hiperactividad), así como problemas emocionales secundarios y alteraciones en la dinámica familiar.
Los niños con trastornos del aprendizaje suelen mejorar con la intervención psicopedagógica y no presentan, en la mayoría de los casos, más problemas en la vida adulta. Sin embargo, si las dificultades de aprendizaje no son precozmente tratadas pueden producir el consiguiente retraso educativo.