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La esquizofrenia es la patología psiquiátrica más grave. La esquizofrenia es una enfermedad compleja, caracterizada por la presencia de síntomas positivos (alucinaciones, delirios, desorganización conductual, etc.) y negativos (apatía, abulia, empobrecimiento afectivo, etc.). En distinto grado a lo largo del curso de la enfermedad y que puede llevar al deterioro. Comienza en edades muy jóvenes y no son raros los casos que se inician en la adolescencia.
La enfermedad de la esquizofrenia tiene un curso crónico y frecuentes recaídas. Suele producir deterioro de las funciones psíquicas superiores (disminución del rendimiento de la atención, la memoria, la concentración, la capacidad del pensamiento y la asociación de ideas) y la vida sociolaboral (el paciente sufre un retraimiento general que se conoce como autismo).
Actualmente se admite que la esquizofrenia tiene una causa biológica-hereditaria más que psicológica-ambiental. Puede tratarse con fármacos antipsicóticos, que mejoran los síntomas y frenan el curso progresivo de la enfermedad, lo que permite una mejora notable del paciente.
Los criterios para diagnosticar la esquizofrenia son los mismos en niños y adolescentes que en adultos, aunque en los niños más pequeños no se pueden dar todos los síntomas psicopatológicos por la inmadurez cognitiva que presentan.
Tradicionalmente la esquizofrenia ha sido considerado como un trastorno mental crónico, severo e incapacitante que ha afectado a las personas a lo largo de la historia. Sin embargo, desde la aparición de los tratamientos antipsicóticos la mejora de la calidad de vida de los pacientes con esquizofrenia ha sido espectacular. Es una enfermedad frecuente que padece 1 de cada 100 personas.
Cuando la persona con esquizofrenia sufre un brote de la enfermedad, puede escuchar voces que otros no oyen, o pensar que los demás pueden leer su mente, controlar sus pensamientos o confabular para hacerles daño. Esto puede aterrorizarlas y convertirlas en personas retraídas y fácilmente irritables. En estos episodios, las personas con esquizofrenia pueden hablar sin sentido, pueden sentarse durante horas sin moverse ni hablar e incluso puede parecer que se sienten perfectamente bien hasta que expresan lo que verdaderamente están pensando.
Los tratamientos ayudan a aliviar mucho los síntomas de la esquizofrenia, si bien en algunos casos las personas tienen que lidiar con ellos a lo largo de toda la vida. No obstante, muchas personas con esquizofrenia pueden llevar una vida gratificante y significativa en la comunidad. Los investigadores están desarrollando medicamentos cada vez más eficaces y utilizando nuevas herramientas de investigación para comprender las causas de la esquizofrenia.
Pueden presentarse síntomas muy variados en la esquizofrenia, pero en distinta proporción y relevancia, configurando las diferentes formas clínicas de esta enfermedad. Estas pueden ser la esquizofrenia simple, la esquizofrenia paranoide, la esquizofrenia hebefrénica (o desorganizada) y la esquizofrenia catatónica.
Los trastornos psicomotores (inhibición motora, catalepsia, estupor, flexibilidad cérea) son los síntomas predominantes en la esquizofrenia catatónica. La llamada catatonía estuporosa se presenta junto a negativismo, mutismo, obediencia automática, manierismos, ecopraxia o acolalia, y puede alternar con episodios de agitación. En el pasado esta modalidad de esquizofrenia era más frecuente que en el momento actual, pues hoy se diagnostican con más facilidad causas orgánicas (tóxicas, metabólicas, infecciones, tumores, medicamentos, etc.), que antes pasaban desapercibidas y provocaban cuadros catatónicos parecidos al que causa la esquizofrenia. La catatonia mortal de Stauder correspondía sin duda a este tipo de catatonia secundaria a causas orgánicas.
Esta forma de esquizofrenia aparece en la pubertad de forma insidiosa. Es una forma muy agresiva, deteriorante y crónica de la enfermedad. Se caracteriza por un lenguaje y comportamiento desorganizados, afectividad aplanada o inapropiada (son típicas las risas o sonrisas vacuas, insulsas e improcedentes) y, en general, una conducta regresiva (aspecto infantil y bobo). Las ideas delirantes y las pseudoalucinaciones, si están presentes, son fragmentadas y poco sistematizadas.
Es la forma más frecuente de esquizofrenia y de aparición más tardía. Tiene mejor evolución que los otros subtipos. El núcleo del cuadro lo ocupan los delirios y las pseudoalucinaciones. El deterioro, también posible, no es tan acusado como en otras formas clínicas.
Este subtipo de esquizofrenia es extremadamente grave se inicia de forma insidiosa y cursa con deterioro importante y autismo. Se caracteriza por ausencia de síntomas positivos (delirios, pseudoalucinaciones) y presencia de síntomas negativos, como pobre respuesta emocional, disminución del impulso, del interés y de la iniciativa, así como tendencia al aislamiento, apatía y mutismo. La respuesta al tratamiento es muy pobre.
Se considera a la esquizofrenia un trastorno de base genética en el que pueden influir diferentes factores.
Genes y medio ambiente. La esquizofrenia tiene una base hereditaria. La enfermedad ocurre en un 1% de la población general y en un 10% de las personas que tienen un parentesco de primer grado con alguien que padece del trastorno, como un padre o un hermano. Las personas que tienen un parentesco de segundo grado con alguien que padece la enfermedad (tíos, abuelos o primos) también tienen más probabilidades de desarrollar esquizofrenia que la población general. El riesgo es mayor para un gemelo idéntico de una persona con esquizofrenia. En este caso, existe entre un 40% a 65% de posibilidades de desarrollar el trastorno. Estudios recientes indican que la esquizofrenia puede resultar, en parte, por la disfunción de un cierto gen que es clave en la creación de importantes químicos del cerebro.
Diferente química y estructura del cerebro. Un desequilibrio en las reacciones químicas complejas e interrelacionadas del cerebro, que incluyen los neurotransmisores dopamina y glutamato (entre otros), pueden jugar un papel decisivo en el desarrollo de la esquizofrenia. Los neurotransmisores son sustancias que permiten la comunicación entre las neuronas. Hoy en día se sigue estudiando la química del cerebro y su relación con la esquizofrenia.
Los factores psicosociales de la esquizofrenia no parecen tener una acción causal, y las condiciones sociales negativas más bien parecen consecuencia y no causa de la enfermedad. Si bien en el pasado se identificó a la familia como generadora de la esquizofrenia, en la actualidad se ha desestimado esta propuesta, y la familia tan sólo se vincula al pronóstico del trastorno, puesto que las recaídas son más frecuentes en sujetos con familias que expresan un elevado grado de hostilidad e incomprensión hacia la enfermedad. Parece evidente que la esquizofrenia se relaciona con una elevada vulnerabilidad biológica específica, que quizá pudiera ser desencadenada por estrés o aparecer de forma autónoma sin desencadenantes concretos.
Antiguamente en España la esquizofrenia empezaba en los varones cuando se marchaban al servicio militar. Esto suponía un factor de estrés muy importante que sobre una vulnerabilidad genética, ponía en marcha el proceso de la enfermedad. Actualmente, suele ser el consumo de tóxicos lo que actúa como desencadenante.
La base del tratamiento es la medicación antipsicótica que debe tomarse tanto en las exacerbaciones como en el mantenimiento para evitar las recaídas. Hay que tener en cuenta que la causa más frecuente de recaída es el abandono de la medicación seguida del consumo de tóxicos.
No obstante, las personas responden de diferentes maneras a los medicamentos antipsicóticos y no se puede garantizar de antemano cómo una persona responderá. Algunas personas padecen efectos secundarios cuando comienzan a tomar estos medicamentos, pero en su mayoría desaparecen después de unos días y a menudo pueden ser tratados con éxito. De todas formas, es aconsejable no conducir vehículos hasta no adaptarse a los nuevos medicamentos antipsicóticos.
Los tratamientos psicosociales pueden ayudar a las personas con esquizofrenia que ya están estabilizadas con medicamentos antipsicóticos. Estos tratamientos ayudan a las personas a afrontar los desafíos diarios de la enfermedad, como dificultad con la comunicación, el cuidado personal, el trabajo y las relaciones con los demás. Aprender y usar mecanismos para hacer frente a estos problemas les permite a las personas con esquizofrenia socializarse y asistir a la escuela y al trabajo.
Los pacientes que reciben tratamiento psicosocial de forma regular y complementaria a la medicación, tienen más probabilidades de continuar con los medicamentos (adherencia) y menos probabilidades de sufrir recaídas o terminar hospitalizados.